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13/7/12

Nunca desafies a una mujer

La CIA tenía una vacante para un agente especializado en misiones especiales.
Después de evaluar a algunos aspirantes quedan finalmente 2 hombres y una mujer.

Llega el día de la prueba final y, para definir quien conseguiría el trabajo, los agentes que gestionaban la prueba llevaron al primero de los hombres delante de una enorme puerta de metal. Un tipo de mas de 2 metros de altura, fuerte como una roca y mirada asesina. Tras mostrarle un arma le dicen:

- Debemos confirmar que usted seguirá nuestras instrucciones, no importa bajo que circunstancias. Dentro de esta habitación, usted encontrará a su esposa sentada en una silla. Tome este arma y mátela.

El hombre con una mirada de asombro le dijo:
- Ud. no puede estar hablando en serio. Yo nunca podría matar a mi propia esposa.
- Bien - dijo un agente, - Entonces usted definitivamente no es la persona adecuada para este trabajo.
Así que trajeron al segundo hombre a la misma puerta, un animalote que hacía que el mismísimo Rambo pareciese un niño de San Ildefonso. Le entregan el arma y le explicaron los mismos parámetros de la prueba.

El segundo hombre miró algo sobresaltado, pero sin embargo tomó el arma y entró al cuarto muy decidido. Todo estuvo en silencio durante de 5 minutos. Entonces la puerta se abrió. El hombre salio del cuarto con lágrimas en sus ojos y dijo:

- Intenté matarla, pero simplemente no pude apretar el gatillo. Supongo que no soy el hombre adecuado para el trabajo.

Los agentes contestaron:
- No, usted no tiene lo que se necesita para esto. Tome a su esposa y váyase a casa.
Ahora sólo les quedaba la mujer: 1,53 de altura, regordeta, con un bocata de chistorrra entre las manos, haciendo tiempo hasta que le toca el turno. La conducen a la misma puerta y le dan la misma arma.

- Como prueba final, debemos estar seguros de que usted seguirá las instrucciones sin importar las circunstancias, dentro encontrará a su marido sentado en una silla. Tome esta arma y mátelo.
La mujer tomó el arma y abrió la puerta. Antes incluso de que la puerta se cerrara del todo, los agentes oyeron a la mujer descargar el arma completamente, uno por uno, cada tiro disponible en el cargador.

Un segundo después el mismo infierno se apoderó de aquel cuarto. Se oyeron gritos, desgarramientos, golpes contra el suelo y paredes... Todo ello continuó así durante varios minutos hasta que, finalmente, todo quedó en silencio.

La puerta se abrió lentamente, y allí estaba parada la mujer. Se limpió el sudor de la frente y dijo:
- ¡¡¡ Qué bárbaros son ustedes !!!, ¿Por qué no me dijeron que eran balas de fogueo?
- ¡¡¡ Tuve que matar al hijoputa ese a sillazos !!!

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